Si mi artículo de ayer se hubiera llamado Seis cuestiones seis libros sin duda el último libro hubiera venido dedicado al tema del que quiero hablaros hoy, y es una duda a la hora de actualizar nuestros Mac. Incorporar una unidad de disco SSD está entre las primeras cosas que podemos hacerle a un Mac, si es que ya no la lleva. En este caso, voy a usar el ejemplo de un lector/oyente conocido como @txasti en Twitter, que ha sido el último en plantearme la duda que da título a este artículo.
Este usuario tiene un Mac mini de 2012 con un procesador i7 de 2,3 GHz de cuatro cores, 4 GB de RAM y un disco duro convencional de 1TB. Acaba de instalarle un disco duro SSD de 250 GB marca Samsung (obviaremos de momento la elección de la marca). Yo tengo un equipo parecido, con mayor procesador y un disco Fusion Drive de serie. Sin embargo, la experiencia personal que me sirve para dar este consejo es la que he pasado con mi MacBook Pro de 2009.
Vamos a pensar en una configuración con dos discos separados. El SSD como disco principal contendría el sistema, las aplicaciones y todos nuestros documentos, y en el disco secundario, el convencional, ubicaríamos las bibliotecas de iTunes, iPhoto y iMovie. Haciendo esto hemos sacado al disco «grande» las tres cosas que más pesan en cualquier Mac y también aquellas que no tenemos que controlar a mano. Una vez que le digamos a esas apps que sus bibliotecas están en el disco secundario, no tendremos ya nunca que andar pensando en mover fotos, vídeos o música de un disco a otro, ya que al añadir dichos contenidos a sus aplicaciones correspondientes, automáticamente se guardarán en sus bibliotecas. De esta manera optimizamos el rendimiento general de nuestro sistema a cambio de penalizar de alguna manera nuestra velocidad de trabajo editando fotos y vídeos, aunque nunca estaremos peor que en la situación de partida, en la que lo tenemos todo en un único disco convencional.
Sin embargo, puede que sistema, aplicaciones y resto de documentos no te quepan en los 250GB de tu nuevo disco SSD, por lo cual te recomiendo vivamente que procedas a la creación de un Fusion Drive «casero». Y es que en el momento en que tengas que estar traslandado archivos y documentos en general al disco secundario, creo que vas a pasar más tiempo de mecánico que de usuario de tu Mac. En esta situación convendrá confiar en la magia de OS X y en su sabiduría para, dentro del Fusion Drive, ubicar cada archivo en la parte correspondiente. Es cierto que perderás rendimiento general pero ganarás sin duda en comodidad. Y además, en el caso de @txasti, siempre tiene la baza de aumentar al tope de los 16Gb la RAM de su Mac mini, e incrementar así exponencialmente la velocidad de su sistema.
Yo he pasado por todo esto. Instalé un disco SSD de 110GB en mi MacBook Pro y cuando comprobé que se me quedaba corto de espacio, procedí a desmontar la unidad de DVD y poner en su sitio un disco convencional que usar como almacenamiento manual. Sin embargo me di cuenta que de manera muy frecuente me quedaba sin espacio en el disco principal, y tenía que estar continuamente tomando decisiones sobre qué sacar al secundario y cómo tenerlo igualmente accesible para las aplicaciones del sistema (enlaces simbólicos, X Folder y cosas así). Un buen día decidí que dado que mi Mac mini es mi ordenador principal, el MacBook Pro estaba para solucionarme problemas concretos y no creármelos, hice Fusion Drive y desde entonces tan contento.
Es MUY CIERTO que echo mucho de menos el rendimiento del SSD solo, sobre todo a la hora de editar podcasts, una tarea que muchas veces me llevaba al portátil precisamente por ese motivo, pero creo que mi sistema ha ganado en robustez y en sencillez para mí a la hora de usarlo. Porque en definitiva, nos hemos pasado a Mac para simplificar nuestras vidas y no para complicárnoslas ¿verdad?
¡Ah! Y por supuesto, sobre crear una unidad Fusion Drive, hay un libro en español en iBooks
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