Supongo que casi todos los que seguís este blog sabréis que Rocío y yo tenemos un gato llamado Gombert. Ha salido en algún podcast y también en algún screencast.
Los que me seguís por twitter quizá también sabréis que hemos tenido muchos problemas con él, ya que contrasta un caracter apacible y cariñoso con otro lado «oscuro» extremadamente violento y agresivo, sin una pauta que podamos identificar, llegando al extremo de que la convivencia con él resultó insoportable y peligrosa para nuestra integridad física.
Consultado un veterinario experto en comportamiento, su diagnóstico fue que si bien podríamos explorar en la naturaleza de su agresividad mediante diversos análisis difíciles de llevar a cabo dado el comportamiento de Gombert, su consejo rotundo era que dejáramos de vivir con el gato, habida cuenta de nuestras intenciones en el medio plazo de tener niños. Según su opinión, un gato con estos antecedentes no se puede tener en una casa donde hay un bebé que llora cuando tiene que llorar y que emite diversos y desconcertantes ruidos y olores.
Con todo el dolor de nuestro corazón entendimos que lo mejor para todos es que el gato pasara de vivir en nuestra casa a hacerlo de manera libre en la finca que mis suegros tienen a 5 minutos de Murcia, donde comemos los domingos y donde incluso está previsto que pasen largas temporadas en verano. Allí hay otros gatos que vienen de visita y hay agua y posibilidades de que un gato se «busque la vida», amén de que mis suegros ponen pienso y otra comida para esos gatos «visitantes».
El pasado domingo llevamos a Gombert a la huerta a modo de prueba y el pobre pasó todo el miedo que se puede pasar, al verse de pronto en un espacio abierto, natural y lleno de olores y sensaciones nuevas. El gallo del vecino, con su absurdo y permanente canto, no ayudó mucho.
Sin embargo, llegado el momento de llevarle a casa, cuando conseguimos arrancarlo del limonero donde se había subido, comprobamos hasta por tres veces que el gato salía de su caja de viaje (que adora profundamente) para volver a subirse al limonero. Decidimos pues dejarle allí, ya que parecía haberse familiarizado con el entorno y no queríamos ni forzarle a quedarse ni forzarle a venir de nuevo a casa.
Los que tengáis o hayáis tenido animales domésticos supondréis que la vuelta a casa fue un drama y que lloramos más que Jeremías, mientras retirábamos sus cosas. Es curioso comprobar como en los días siguientes la casa nos parecía enormemente vacía, como si antes fueramos siete y se hubieran ido cinco de golpe.
Mis suegros y cuñados estuvieron en la huerta el lunes y nos trajeron informes no muy halagüeños, ya que al parecer el gato andaba por allí medio desorientado y sin tener del todo claro qué estaba pasando.
Tras una semana dura de trabajo, ayer jueves pudimos acercarnos en persona a la huerta y a Dios gracias la impresión fue muy distinta. En cuanto salimos del coche Gombert surgió de entre los matorrales y nos dió la bienvenida maullando y revolcándose en el suelo. Tras un breve momento de caricias se levantó, se sacudió y se tumbó en la huerta al sol. Luego apareció por allí una gata llamada Clara que recientemente se ha convertido en fija en la finca; también nos dio la bienvenida. Para nuestra increíble sorpresa Gombert y Clara se llevan genial; se huelen los ocicos con tranquilidad y andan por allí juntos sin problemas, cosa muy extraña si tenemos en cuenta que Clara está preñada.
Durante el tiempo que estuvimos allí, Gombert se comportó con normalidad, olisqueando las cosas que trajimos (cuencos para comida de él y los otros gatos), dándose paseos por la huerta, tumbándose al sol y asomándose a la carretera para ver pasar a la gente y a los coches. Cuando nos montamos en el coche y nos fuimos, el gato se quedó allí tan campante si hacer ningun gesto de venirse o cosa similar, lo cual nos dejó bastante confortados.
Aunque este jueves lo vimos estupendamente, es de suponer que el gato habrá pasado y pasará momentos de desconcierto, miedo, frío e incluso peleas con otros gatos pero no dudamos, visto lo visto, de que sobrevivirá y será muy feliz en su nueva casa, máxime cuando todos los domingos tendrá allí gente y, por su puesto, a su amiga Clara 🙂 para hacerle compañía todos los días.
Estamos muy contentos de haberle dado una solución buena a nuestro problema con Gombert, aunque la casa sigue estando terriblemente vacía sin él y le echamos mucho mucho de menos.
Perdonad el rollo off-topic pero me apetecía desahogarme un poco.