Ayer mi iMac Core Duo 17′ cumplió 3 años desde que lo traje a casa. El día de ayer fue tan atareado que no pude siquiera terminar esta entrada para darle el homenaje que se merece.
Aquellos que seguís este blog sabéis de las tribulaciones por las que he pasado con el problema de la pantalla defectuosa, pero en realidad este ordenador, como cualquier Mac, me ha dado muchísimas más satisfacciones que disgustos.
Ello hace que el día de ayer y el de hoy estén revestidos, si cabe de una mayor melancolía, porque en estos dos días estoy preparando a mi iMac Core Duo 17′ para que mi mujer se lo lleve a su nuevo despacho y lo use en el trabajo. Sí, amigos, ironías de la vida; no soy yo quien va a aprovechar todo lo aprendido en la serie de artículos sobre el Mac en la oficina, sino mi mujer, quien comienza este lunes su nueva andadura profesional como abogada por su cuenta. Desde luego no hubiera podido imaginar mejor destino para el iMac; toda vez que yo ya no lo iba a llevar a mi oficina, su destino era sustituir al eMac que tiene mi padre en la casa del pueblo, un destino noble pero quizá indigno de tan gloriosa máquina.
Este proceso de adaptación me está llevando a hacerle algunas crueldades a mi pobre iMac, como por ejemplo la instalación de Microsoft Office que ahora está en curso, pero no me cabe la menor duda de que está deseando empezar a dar guerra de nuevo desde su nuevo destino.
Por otro lado, con esto que estoy haciendo esta mañana se cierra el círculo para mi mujer. Tras semanas preparándolo todo, el lunes comenzará en su nuevo despacho una aventura profesional. Tiene su oficina montada (Ikea rules!), todos sus papeles en regla, su ordenador listo para ser instalado el lunes por la tarde y además, ha decidido qué teléfono va a emplear en esta nueva etapa profesional que se abre ante ella: un iPhone 😉