El pasado viernes 22 de febrero, rondando la media noche, dos amigas de Rocío paseaban por la calle tras cenar. Iban acompañadas de sus respectivos marido y novio. A su paso por la murciana Plaza de Castilla, los dos hombres iban por delante de ellas, hablando de sus cosas, mientras que ellas hacían lo propio unos metros detrás.
Cruzaron el semáforo verde que les conducía a la acera de lo que en un tiempo fue un concesionario Renault. Viniendo por Ronda Norte vieron acercarse un coche a gran velocidad. Cuando se hizo increíblemente evidente que el coche no pensaba frenar, una de ellas se adelantó y le dijo a la otra «¡Corre!». La segunda en vez de correr trató de volver a la acera más próxima y el coche la atropelló, a una velocidad que se ha estimado en 160 Km/h. El coche siguió su camino sin un frenazo o un derrape, y se internó en la autopista.
La actuación de los servicios sanitarios fue rápida. Aun así, la amiga de Rocío se encuentra en coma, con unas lesiones físicas que aunque muy graves no preocupan, pero con unas lesiones cerebrales que están todavía por evaluar. Ella es médico y trabaja en la misma unidad de UCI donde está ingresada. Cuenta por ello con más de 1000 ojos para atenderla y si los compañeros de esta amiga están optimistas en cuanto a su evolución, creo que eso nos permite a los demás ser optimistas también.
Según parece el individuo se entregó el martes a la policía aunque a su copiloto tuvieron que ir a detenerlo a casa. Me dice Rocío (que es abogada, por cierto) que hay bastantes posibilidades de que le caiga una pena mayor que si se hubiera descargado un CD de Internet, incluso puede que vaya a la cárcel. Bueno.
Entiendo que todos los que estáis leyendo esto, os habéis quedado impactados con el relato, os solidarizáis con esta amiga y con Rocío, y clamáis que caiga todo el peso de nuestra débil Ley contra el causante de todo. Os lo agradecemos de corazón, pero no es ese el objetivo que persigo al escribir esto.
El objetivo que persigo es que todos hagamos una reflexión. Estoy seguro de que no sois una panda de cabrones que conducen borrachos al triple de la velocidad permitida. Yo tampoco lo soy; sin embargo, cuando llevo a Rocío a su casa, a media noche, a veces me salto un semáforo en rojo en un super-solitario cruce, porque no pasa nada; cuando vamos por la ciudad andando, tarde, a veces cruzamos en rojo tranquilamente una solitaria calle, porque no pasa nada; en ocasiones, cruzo entre los coches rápidamente, «controlando», porque no pasa nada; alguna vez, de noche, recorro una mini-calle de 5 metros en dirección prohibida para evitar una gran vuelta, porque no pasa nada.
Pero sí que pasa, y está en manos de todos tratar de evitar desde nuestro comportamiento individual, que cosas así vuelvan a ocurrir.