Los que estamos criando estamos curiosamente al día de lo último en entretenimiento infantil, y uno de los personajes que lo está petando es Peppa Pig, una simpática cerdita que acompañada por su familia nos presenta sus aventuras cotidianas en un dibujo plano, sencillo y muy resultón. Es un reciente descubrimiento en casa y estamos encantados; mi hija Isabel (19 meses) no ve mucha TV pero 10 minutos de Peppa Pig nos alegran sobremanera la merienda.
No sé si he comentado que este sábado han abierto un Apple Store en Murcia 😉 . En la visita que hice por la tarde con mi mujer y mi hija, descubrimos en la sección para niños que una de las aplicaciones instalada en los iPads era Peppa Pig’s Party Time, una delicia de aplicación que tenía maravillados a niños y niñas de todas las edades.
Me consta que algunos hijos pidieron luego esa app a sus padres (@drtronc y @apcano1978 entre ellos) y encontraron el mismo problema que yo: la app parecía no estar disponible en la App Store. Tras una intensa búsqueda determiné que dicha app sólo está disponible en la App Store del Reino Unido (y quizá en otros países de la Commonwealth, pero no lo tengo claro).
Me puse en contacto por correo electrónico con P2Games, los desarrolladores de la app y de otros juegos del mismo personaje para consolas Nintendo. Su respuesta me dejó patidifuso ya que me dijeron que están negociando con los propietarios de los derechos para poder llevar la app a otros países, cosa que esperan conseguir «later this year», al final de este año. Es tremendo el tiempo que puede llevar negociar los derechos de un simple dibujo animado para niños, y más tremendo todavía que esos derechos todavía no sean universales para toda la Unión Europea. Todo esto es todavía más extraño si vemos que en la tienda española ya hay algunas apps de Peppa Pig.
Os parecerá un artículo inusualmente largo e indignado para una tontería de app infantil, pero es que veo que en demasiadas ocasiones los «propietarios de derechos» se convierten en un obstáculo insalvable para la actividad económica que supone darle a la gente lo que quiere. A veces tengo la sensación de que todavía vivimos en la Edad Media.